Ordenador Amstrad Spectrum 128

Ordenador Amstrad Spectrum 128

Como casi cualquier niño o niña que haya crecido en los años ochenta, tengo muchos recuerdos ligados a objetos, juguetes, con los que pasaba las horas imaginando batallas navales con los Click de Famobil, las clásicas aventuras espaciales con las figuras de Star Wars, carreras de coches… las horas pasaban sin darnos cuenta para mi hermano, cuatro años mayor que yo, y para mí. Jugábamos al fútbol con la pandilla de vecinos en un jardín muy cercano a mi casa, y no pocas veces llegaba a casa magullado por las caídas cuando nos tirábamos por  las cuestas sentados encima de los monopatines. Vivíamos en una casa de dos plantas, y en la de abajo, había una habitación donde guardábamos todos los juguetes, pero sólo podíamos entrar los fines de semana.

Los años ochenta y noventa fueron la época dorada de las recreativas, salas de juego donde pasar las tardes jugando o viendo jugar a los demás a los videojuegos y donde siempre te encontrabas a algún amigo con  el que jugar a dobles o enfrentarte en algún juego de fútbol, baloncesto o de peleas, como el clásico Street Fighter. Un año, mi padre y mi madre nos hicieron un regalo que cambió  todo: un Spectrum 128K, de Amstrad, una máquina de videojuegos en la habitación de los juguetes. No recuerdo madrugar tanto como cuando era niño y me despertaba ansioso        por entrar a la habitación y tirarme el día jugando.

A diferencia del modelo anterior, que era de 48 kilobytes, este modelo tenía 128, un teclado de 58 teclas, y un casete incorporado donde metíamos los juegos para que se cargasen. Esto podía durar más de media hora, y a veces fallaba y había que comenzar de nuevo. Era un ordenador personal, pero la marca lo comercializó en 1986 como máquina de juegos, por lo que en muchos hogares fue rápidamente el regalo solicitado en cumpleaños  y navidades, sobre todo por los niños, ya que la oferta de juegos no estaba dirigida entonces al público femenino. Este enfoque comercial tuvo un gran éxito. Se podían conectar dos joysticks, por lo que podía pasar horas jugando con mi hermano y nos picábamos tanto, que en alguna ocasión terminamos peleando.

Hoy en día, casi en cada hogar hay una consola de videojuegos o un ordenador para jugar, y casi todo el mundo tiene móviles con los que jugar a una oferta casi ilimitada de juegos que se descargan de internet, pero hace no mucho esto era impensable, y  tener un ordenador en casa con el que poder jugar te hacía sentir como  si estuvieses en el futuro. No pocas veces, venían amigos a jugar a casa, y recuerdo poner los juegos a cargar rezando para que no fallase en el último momento.

Ahora, a veces voy a casa de mi hermano, y en vez de jugar con él, juego con mi sobrino  a un conocido juego de fútbol en su PlayStation. Yo, a mis cuarenta y pico años, disfruto  como un niño y le cuento cómo eran los juegos de fútbol cuando yo tenía su edad, cuando ni el balón era redondo y los píxeles llenaban la pantalla. A pesar de ello, a mí me parecía maravilloso, y creo que haber podido disfrutar de esa época, hace que cuando hoy juego a una consola moderna me sienta como aquel niño que  pasaba las horas jugando  de juegos que se descargan de internet, pero hace no mucho esto era impensable,  y tener un ordenador en casa con el que poder jugar te hacía sentir como  si estuvieses en el futuro. No pocas veces, venían amigos a jugar a casa, y recuerdo poner los juegos a cargar rezando para que no fallase en el último momento.

Ahora, a veces voy a casa de mi hermano, y en vez de jugar con él, juego con mi sobrino a un conocido juego de fútbol en su PlayStation. Yo, a mis cuarenta y pico años, disfruto como un niño y le cuento cómo eran los juegos de fútbol cuando yo tenía su edad, cuando ni el balón era redondo y los píxeles llenaban la pantalla. A pesar de ello, a mí me parecía maravilloso, y creo que haber podido disfrutar de esa época, hace que cuando hoy juego a una consola moderna me sienta como aquel niño que pasaba las horas jugando con el Spectrum. Ahora, en vez de con mi hermano, me peleo con mi sobrino, que tiene muy mal perder.

Manuel F. Ruiz Arias

  • DIMENSIONES: Profundidad 17,5 cm / Anchura: 44 cm / Altura: 5,5 cm
  • PESO: 1,5 kg / Transformador 1,2 kg
  • MATERIAL / SOPORTE: metal y cuerpo de plástico
  • CONTEXTO CULTURAL: 1986 – primeros años 90
  • AUTORÍA: Amstrad