I.E.S. Nuestra Señora de la Victoria, el Instituto de “Martiricos”, un espacio singular en la ciudad de Málaga

“La arquitectura es un trozo de aire humanizado” decía Miguel Fisac. Si esta definición, tan poética como sincera, pudiera ser aplicable a cualquier espacio construido, cuánto más lo será a un centro educativo que el arquitecto manchego proyectó para la ciudad de Málaga y que, tras su inauguración en 1961, se convertiría en el segundo instituto de la capital. En realidad, el Instituto Nacional de Bachillerato Nuestra Señora de la Victoria existía ya al dividirse tras la guerra civil el noble edificio de la calle Gaona, el histórico instituto provincial, en el masculino, que conservaría su nombre, y el femenino, que pasaría a llamarse años después Vicente Espinel.

Cuando se efectuó el traslado al nuevo edificio del Paseo de Martiricos, que además se hizo con la rica herencia patrimonial que aportaba el centro histórico nacido en 1846, alumnos y profesores pasaron a disponer de un espacio que por sí mismo tenía un carácter educador. No en vano es obra de quien ya pertenece a la historia de la arquitectura española, Miguel Fisac Serna (19132006), un arquitecto preocupado al igual por la innovación que por la habitabilidad y la estética de sus obras que, además, encajaban perfectamente en el paisaje donde se construían. Cierto es que las sucesivas ampliaciones han desvirtuado en gran medida su proyecto inicial, pero aún así queda patente su originalidad y su modelo constructivo.

El diseño del edificio “supuso un verdadero avance conceptual” en la arquitectura malagueña del final de la década de los años cincuenta [i]. La obra, además, es un buen ejemplo en la propia evolución de la trayectoria de Fisac [ii].  El arquitecto descartó un proyecto inicial de corte clasicista con un sólo volumen arquitectónico y de proporciones simétricas. En el que habría de ser definitivo diseñó un complejo estructurado en torno a módulos-tipo y enlazado por galerías abiertas que se sustentan en unos originales pilares. Efectivamente, en la que fue su primera imagen antes de las ampliaciones, la construcción, compuesta por pórticos modulares de hormigón armado, ofrece al espectador la sensación de encontrarse en espacios abiertos, con patios y galerías de amplias dimensiones. Descartando el ladrillo como material base, el color blanco –hoy lamentablemente desaparecido- se imponía en la construcción, haciendo quizás un guiño al tipo de arquitectura regional andaluza.

Al carácter abierto que entonces tenía el centro contribuyen los espacios ajardinados que, como apuntaba el propio Fisac, no tenían un valor suplementario, sino que formaban parte importante de una arquitectura para la vida. En estos jardines compiten en altura hoy día las araucarias con la jacaranda, se esconde un espectacular pitósporo –conocido como azahar de la china- y nos traen recuerdos de versos y paisajes conocidos el algarrobo, la yuca, el almez o el madroño. Permanecen eternos los naranjos. Y entre todos ellos asoman arbustos, plantas herbáceas y flores de exóticos orígenes algunos, y otros tan cercanos como el romero, el rosal o el trompetero [iii].

El diseño arquitectónico de Miguel Fisac fue concebido para un edificio también de vanguardia en el ámbito educativo en la España de los sesenta. A pesar de las intervenciones habidas, aún lo sigue siendo en muchos de sus espacios -biblioteca, antiguo gimnasio, aulas especializadas- que mantienen un carácter independiente en su alzado. El caso del aula de educación plástica es singular. Sus dimensiones duplican las de cualquier aula y está diseñada para trabajar con luz cenital. Lamentablemente, una de aquellas intervenciones requirió al parecer anteponer a su cubierta en dientes de sierra un falso techo que restó gran parte del que fuera su atractivo original. Esta cubierta merece la pena verla ahora desde el exterior con sus secciones triangulares en forma paralela.

Pero, sin duda, el gran espacio arquitectónico del Instituto es su capilla, hoy reconvertida en salón de actos. Efectivamente, la antigua capilla es un ejemplo de “espacio dinámico”, una fórmula que se haría clásica en la arquitectura de Fisac y que se concreta en una asimetría que se hace notar especialmente en la prolongación del muro derecho que envuelve por detrás el altar y que dirige hacia allí la mirada del espectador. Esta prolongación se resuelve con unos amplios vanos que parecen esconderse en todo el alzado y que dota al recinto de una espectacular luminosidad.  La arquitectura pretendía así ser un medio de elevación espiritual.

En la descripción de los espacios del popular Instituto de Martiricos no podemos dejar de hacer mención, como ya se apuntó, a que con el traslado desde su primera sede en el que fuera edificio de los filipenses de la calle Gaona, llevó consigo la mayor parte del patrimonio histórico y documental acumulado, especialmente el relativo a los gabinetes, biblioteca y la mayor parte del archivo. Son los considerados «tesoros de Martiricos«, algunos de los cuales se detallan en la página web del centro, y que en su conjunto justifican que haya sido declarado como «Insituto Histórico-Educativo de Andalucía»[iv].

Como heredero directo del que se fundara en 1846, conserva un archivo histórico de excepcional importancia para la historia de la educación en nuestro país. Lamentablemente, no se dispone del suficiente espacio para su mejor conservación y consulta y se encuentra repartido en diferentes recintos del centro. La documentación que se conserva va, incluso, más atrás en el tiempo de los años que fueron del Instituto Provincial, al incorporar este otras enseñanzas o bienes patrimoniales como los que fueron del Colegio de San Telmo o la Congregación de San Felipe Neri. Allí duerme también los expedientes y libros referentes a los centros privados adscritos en su día al Instituto. Y, sobre todo, los miles y miles de los expedientes de alumnos habidos en su larga historia. Entre ellos, y como se corresponde con un instituto de tan larga tradición, los correspondientes a alumnos que luego fueron personalidades de gran relieve. Los expedientes que incluyen los exámenes originales de ingreso de Pablo Picasso, José Ortega y Gasset, Vicente Aleixandre o Severo Ochoa son algunos de los más relevantes.

La biblioteca dispone de un fondo antiguo que integran miles de títulos, herencia de la que fuera por Real Orden de 1895 Biblioteca Provincial de Málaga, aunque sabemos que ya en 1866 era la biblioteca pública más importante de la ciudad. Entre 1919 y 1924 fue su bibliotecario el poeta Salvador Rueda. El resultado es que hoy en los estantes de la biblioteca del Instituto, junto al fondo más reciente y de uso por los escolares, se conservan ejemplares editados desde el siglo XVIII. Estos fondos incluyen, además, algunos títulos de publicaciones nacionales y extranjeras de singular valor impresas en el siglo XIX.

En uno de los pasillos generados tras una de las ampliaciones del Instituto se han habilitado varios expositores que contienen las piezas de mayor valor del que fuera Museo Agronómico y las propias del laboratorio de Física y Química. De aquel museo, así reconocido en 1878, nos ha quedado una amplia muestra de las maquetas a escala que exigía la cátedra de Agricultura y que conforma, sin duda, una extraordinaria colección de cosechadoras, molinos, trilladoras, yuntas, carros, norias, prensas, arados… Son piezas todas hoy de singular valor, que no han perdido su valor didáctico y que podrían ser protagonista principal de cualquier Museo de la Historia de la Educación.

Pero, sin duda que, para el visitante del Instituto de Martiricos –y para todos sus alumnos-, la joya de la corona patrimonial lo constituye el Museo de Historia Natural, en la práctica el primer museo de la historia de la ciudad. En un espacio recientemente habilitado se expone al visitante una atractiva colección de especies animales que fueron engrosando los fondos del llamado en sus orígenes Gabinete de Historia Natural, mediado el siglo XIX, cuando por disposición gubernamental se encomendaba a los catedráticos de aquella disciplina la obligación de incorporar al mismo las especies propias de su ámbito provincial. Su conservación desde entonces sólo la ha podido asegurar el buen hacer de algunos profesores del centro[v].

Por todo esto, si algún lector repara en su paseo por Martiricos en una extraña torre que tensiona su arquitectura, que piense que se trata de un excepcional ejemplo de la arquitectura del siglo XX para la educación en nuestro país y que, junto a un patrimonio documental y museístico muy valioso, duerme el recuerdo de algunos genios y, sobre todo, la memoria de miles de malagueños que allí se formaron y se siguen educando para construir nuestra ciudad. Una memoria y una arquitectura que debemos saber conservar y que, en el caso del Instituto de Martiricos, pide desde su singularidad y desde el ejercicio continuado de ya cerca de los sesenta años de labor docente esa necesaria rehabilitación.

A fin de cuentas, no es sino otro patrimonio histórico de la ciudad.


[i] CANDAU, M.E.; DÍAZ PARDO, J.I.; y RODRÍGUEZ MARÍN, F.: Málaga. Guía de Arquitectura,   Junta de Andalucía y el Colegio de Arquitectos de Málaga, 2005, p.278.

[ii] Seguimos aquí el análisis que de la arquitectura del edificio se hace en la Guía histórico-artística de Málaga, dirigida por Rosario Camacho, Ed. Arguval, 1992,  pp.314-315.

[iii] De muchos de ellos podemos encontrar buena cuenta en el blog jardindelinstituto.blogspot.com que  coordinara el profesor Juan Carlos Trigo.

[iv] Para una visión general de este patrimonio, véase JIMÉNEZ TRUJILLO, José F.: «Patrimonio y Educación: la herencia del histórico Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Málaga (IES Ntra. Sra. de la Victoria)» en Jábega, núm. 108, 2016, p.112-123. Seguimos aquí en parte su redacción. Para profundizar en la historia del histórico Instituto Provincial resulta imprescindible el trabajo de HEREDIA FLORES, Víctor M.: Gaona. De Congregación de San Felipe Neri a Instituto de Enseñanza Secundaria (1739-2002),  Editorial Ágora, Málaga, 2002.

[v] En particular del catedrático Antonio Acosta y del ornitólogo Manuel Garrido Sánchez. De este autor véase “Historia del Gabinete de Ciencias Naturales del antiguo Instituto Provincial de Málaga”, en Jábega, núm.96, del 2008,  pp.71-83 y  “Creación y enriquecimiento de los Gabinetes de Ciencias del Instituto Provincial de Málaga (1849-2013), España”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Sección Aula, Museos y Colecciones, I, 2014, pp.33-46.

José Francisco Jiménez Trujillo

Es maestro, Licenciado en Historia y Doctor en Ciencias de la Educación. Su actividad académica la ha desarrollado en todos los niveles educativos, desde la enseñanza en el Magisterio hasta la docencia como profesor asociado en el Departamento de Teoría e Historia en la Universidad de Málaga. Recientemente se ha jubilado como profesor en el IES Nuestra Señora de la Victoria de Málaga.

Su actividad investigadora se ha desarrollado en el ámbito de la Historia de la Educación, particularmente de las Enseñanzas Medias y, especialmente, en relación al estudio de la prensa pedagógica. También ha investigado en las imágenes producidas en la Guerra Civil española (viñetas, carteles y postales). En esos ámbitos tiene diversas publicaciones nacionales y también cuenta con algunas internacionales. Ha sido Premio Málaga de Investigación (2009) por su trabajo, luego publicado, La Prensa de la Educación en Málaga (1849-1936), otra historia de la ciudad.

Pertenece a la Sociedad Española de Historia de la Educación y a la Sociedad Española para el Estudio del Patrimonio Histórico-Educativo.