Al menos desde la Ilustración se ha insistido en la idea de que a través de la educación-formación pueden prosperar tanto las personas como el espacio público. En la historia de España quizá nadie haya encarnado esta idea con tanto ímpetu, entrega e integridad como el filósofo, pedagogo y ensayista Francisco Giner de los Ríos, creador y director de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) e impulsor de proyectos afines y complementarios, como el Museo Pedagógico Nacional (1882–1941), la Junta para Ampliación de Estudios (1907–1938), la Residencia de Estudiantes (1910–1939), las Misiones Pedagógicas (1931–1937) o las Colonias Escolares.
¿Cómo era Francisco Giner de los Ríos? Tal vez nadie ha sabido retratarlo como Antonio Machado: «Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad (…). Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las medidas cabales. (…) se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquél alma tan fuerte y tan pura».
Inspirándose en el krausismo, del que «aprendió la tolerancia, el culto a la razón y a la ciencia, la integridad moral y el liberalismo político genuino», según Francisco José Laporta, Giner de los Ríos quería regenerar el país a través de las conciencias, bajo la convicción de que las reformas progresistas no provienen de las rebeliones ni de las guerras, sino más bien de la revolución de las conciencias. Por eso quería crear seres íntegros y cultos.
Respecto al método de enseñanza, se empleaba el denominado «método intuitivo», que oscila entre la filosofía socrática y la práctica franciscana. El maestro influye en sus alumnos por su conocimiento, por su amor y, en suma, por su autoridad, no por su autoritarismo. No se estudiaba para examinarse. En cambio, eran frecuentes las excursiones al campo, a museos, a fábricas, etcétera, con el fin de gozar y descubrir, contagiar la curiosidad y el deseo de aprender. Se trata de encender la llama «interior» de cada uno.
«Se nos enseñan muchas cosas, menos a pensar ni a vivir«
Sebastián Gámez