Miguel Servet

Fue otro hombre de muy amplia curiosidad intelectual: estudió anatomía, astronomía, la Biblia, física, geografía, jurisprudencia, matemáticas, medicina y teología. Sin embargo, que haya permanecido en la memoria de los seres humanos se debe sobre todo a dos acontecimientos: su trabajo sobre la circulación de la sangre, descrito en su obra Christianismi Restitutio, y haberse convertido tras su muerte en símbolo de la libertad de creencias.

Tuvo una vida azarosa y aventurera. Sus extraordinarias dotes para las letras (conocía el latín, el griego y el hebreo) le permitieron siendo joven abandonar Villanueva de Sigena (Huesca), su población de origen, y recorrer otros lugares. Para evitar persecuciones de la Inquisición a su llegada a Lyon se cambia de identidad. En 1535 le encargan la publicación y la anotación de Geografía, de Claudio Ptolomeo. Parece ser que en Lyon vivió la etapa más feliz de su vida.

Dos años después se matricula en la Universidad de París para estudiar Medicina, donde estudia a la vez que enseña. Pero carecía del arte de la prudencia, lo que le acarreó problemas con frecuencia. Continúa sus estudios mientras prepara la que será su obra cumbre, Restitución del Cristianismo, de carácter teológico. En esta obra mantiene una concepción del cristianismo próxima al panteísmo: «Cristo está en todas las cosas«. Se muestra contrario a la práctica del bautismo a la edad que acostumbra a practicarse; defiende que Jesucristo se bautizó cerca de los treinta.

Servet es detenido y juzgado por herejía en Ginebra. Una tradición relata que Servet le respondió a los jueces que lo condenaron: «Arderé, pero ello no es más que un hecho. Ya seguiremos discutiendo en la eternidad». Finalmente muere en la hoguera por la Inquisición, razón por la que se convertirá en un mártir de la libertad de creencias. Antes había dejado escrito: «ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo… Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente».

«No debe imponerse como verdades conceptos sobre los que existen dudas»
                                                                                                   Miguel Servet

Sebastián Gámez